"Laberintos"



“Laberintos” es una canción que compuse inspirándome en la música de Alberto Cortez. Siempre quise enviársela para ver si la incluía en su repertorio, pero nunca lo hice. Finalmente, la grabé yo mismo imaginando que era él quien la cantaba. Por eso tiene ese estilo. Su voz hubiera sido perfecta. Salvo por el bajo, esta canción es una Zulu unplugged.

Historia de la canción

Bueno, un laberinto es una estructura compleja diseñada intencionadamente para confundir a quien se adentre en él. Hay básicamente dos clases, según se conecte la entrada con la salida o con el centro:

El clásico es de una sola vía. Uno ingresa y continúa por una vía única entre la entrada y la salida. Y aunque no ofrece caminos alternativos, porque no tiene bifurcaciones y la senda es enredada, compleja y misteriosa, uno no puede perderse. 

El otro es el de vías alternativas, en el que uno ingresa y encuentra bifurcaciones a medida que avanza, que lo llevan por un camino correcto o incorrecto. El correcto lleva a la salida, el otro no. En estos, cuando uno llega a un callejón sin salida, debe volver y procurar recordar la ruta original y escoger otra alternativa. Por eso se lo considera mucho más difícil y complicado. Algunos acaban renunciando y necesitan que alguien ingrese a rescatarlos.

Por supuesto, es muy fácil resolver un laberinto con un lápiz, mirándolo desde arriba, como en los periódicos y revistas de entretenimiento. Pero es otra cosa ingresar a uno sin contar con una vista panorámica del complejo. Podría resultar muy frustrante, si es que no le da un ataque de pánico o de claustrofobia.

Comenzaron a diseñar laberintos de esa clase en los grandes jardines de la Inglaterra del siglo 12, los cuales eran lugares favoritos para los enamorados.

"Laberintos" es una canción que trata de la frustración que resulta de una juventud fugaz en la que uno ha depositado todo su interés basándose en el dinero, en el placer inmediato, en la ostentación, en el abuso del poder y en la diversión sin medir las consecuencias ni pensar en el futuro. Es decir, en el hecho de que con el tiempo la mayoría de tales cosas se gastarán, perderán importancia. 'La belleza terminará'.

Tarde o temprano llega el momento en que las circunstancias cambian. Tal vez fallece alguien a quien uno amaba mucho y de quien dependía emocionalmente para sentirse completo; tal vez un fracaso laboral o social lo pone entre la espada y la pared. Comienza a tomar conciencia de su pequeñez y dependencia del sistema; o quizás un pasado de excesos y drogadicción le quema un fusible en la torre de control; o de otros modos la vida le pasa la factura. Comienza a reflexionar seriamente en su pasado, dándose cuenta de que solo había vivido en un laberinto de opciones que terminaron en nada.

Cuando los niños juegan, se divierten y curiosean, no tienen en su mente el concepto de límites, lo cual los mete en muchos problemas. No es que sean malos, irresponsables, abusivos ni temerarios. Si sus padres no les han implantado el concepto y significado del control, sencillamente no procesan el cuándo ni el por qué de las cosas.

Es lamentable que una característica de la realidad sea que suframos como consecuencia de lo que hicimos mal, o por lo que otros hicieron mal. Todos fuimos niños frágiles; y todos lamentamos no haber conocido de antemano dónde estaban los tropiezos. Recuerdo que una vecina mayor que yo me retó a una carrera en bicicleta. Salimos disparados y pude alcanzarla y rebasarla a toda velocidad. Pero acabé en el hospital para una cirugía en el codo izquierdo. No vi el enorme hueco que había en mi camino. Salí volando y aterricé mal. Por dentro estaba feliz de rebasarla, pero "afuera yo sentí solo un lamento".

¿Y los que se creen los más fuertes y poderosos? La pandemia de 2021 terminó doblegando a muchos. Se cansaron de buscar una salida, como la hormiga que cae en una bañera jabonosa, que sigue intentando la forma de salir, perciben que la solución no está en ninguno de los caminos que escoge. No importa cuán grande se crea, las circunstancias acaban doblegándolo.

Uno tal vez sienta que el futuro llegó más rápido de lo que imaginó y le pasó una factura por un monto que no puede pagar. Pero lo cierto es al revés: es el mundo que se fue a la quiebra y no tiene los fondos para indemnizarnos por todo el daño que nos causó con su propaganda malsana y mala influencia. 

Suena duro, pero es verdad que, tarde o temprano, el futuro nos ajustará las cuentas y comenzaremos a apreciar muchas de las cosas que habíamos menospreciado, como el cariño y el respeto de los demás, nuestra reputación e imagen y la aprobación de Dios, no la de los hombres. Uno quizás se vuelva más religioso, respetuoso de la ética y la moral, y sienta que se le cumple el dicho: "El consuelo del tonto es dar consejos". La vida le ha dado una gran lección. Es cuando decide dar consejos a los demás para evitarles tropiezos. Es todo cuanto le queda: Tener más cuidado en los años que quedan por delante.

El dinero ya no interesa como antes, los negocios ya no interesan como antes, el sexo ya no interesa como antes, y éxito y la competencia ya no interesan como antes. Nada apetece como antes. Todo va perdiendo su sabor. Cualquiera daría lo que fuera por volver al futuro, pero conociendo la salida del laberinto en el que se metió.

Lamentablemente, algunos llegan a estar tan borrachos de frustración que dejan de luchar y quedan tan desorientados que, aunque la respuesta llamara a su puerta y relumbrara en su mismísima cara: "¡Este es el camino! ¡Vamos, líbrate!", preferirían seguir dando vueltas. La angustia los ahoga sin aparente remedio: "¡Sálvate tú!", dicen.

En mi caso, compuse las canciones del LPZulu alrededor de los 23 años de edad, mucho tiempo después de haber dejado de fumar y consumir alucinógenos. No obstante diría que cada canción reflejaba de alguna manera diferentes rasgos del laberinto o estructura mental en el que me había metido, del cual felizmente logré salir con vida para contarlo. Sé lo que se siente por haber llegado al fondo y haber vuelto. Un canto que no fue ficción ni novela.

Hay básicamente dos clases de laberinto, según se conecte la entrada con la salida o con el centro. Investígalo en Internet.

Por eso, "Laberintos" aconseja a uno a pensar en ello mientras todavía está a tiempo, labrarse una buena vida en un sentido más elevado de la expresión mientras mantiene abierta la puerta de la oportunidad. Y a los que quedaron atrapados, los consuela con la esperanza de que siempre existe una alegría en el alma, en la belleza que vive dentro.

Por supuesto, puede llegar a ser muy intimidante y desalentador dar diez mil vueltas hasta hallar la salida de un laberinto y recuperar el aliento, o bien, llegar al centro y encontrar uno su propio paraíso a fin de descansar del ajetreo. La ansiedad, la angustia, la impotencia y toda clase de alucinaciones de fracaso pueden envolvernos como una boa constrictora. Pero ¡qué bien se siente cuando uno resuelve los enigmas que lo ahogan, o encuentra las huellas que lo conducen a la salida! Uno halla consuelo en el refrán que dice: "Más vale tarde que nunca".

De todos modos, al margen de si tu laberinto conecta una entrada con una salida, o si te lleva directamente al centro de tus emociones, esta canción te invita a tomar asiento, mirar hacia atrás, mirar dónde te encuentras y mirar adónde quieres ir, ¿hacia dentro o hacia fuera? En ambos casos puedes hallar paz y seguridad, pero tienes que empezar por frenar, ponerte una camisa de fuerza y meditarlo en serio.

El final de la canción no pretende desalentarte, sino todo lo contrario: hacerte pensar profundamente en la importancia de aprovechar tu tiempo ahora y visualizar el posible triste final si decidieras desperdiciarlo, a pesar de los buenos consejos de los que te aprecian. Solo recuerda que nunca será demasiado tarde para tejer una nueva perspectiva de las cosas.

Sí, 'el consuelo del tonto es dar consejos', no es ninguna tontería haber llegado al crepúsculo de un nuevo día, haber abierto los ojos, estirado los brazos, bostezado y haber vuelto a la realidad, a la salida y a las respuestas que uno tanto necesitaba.

Es cuando el laberinto queda atrás como una larga pesadilla, extraña y aleccionadora. Todo parece nuevo, todo sienta mejor, todo huele a nuevo y todo susurra la brisa de mejores perspectivas, de una etapa ecléctica que permite crear oportunidades diferentes y llegar a ser verdaderamente feliz, aunque sea en la etapa más tardía. 

Por decirlo así, encuentras la salida, el futuro recupera tu interés,  te vuelve el apetito y percibes mejor los sabores, y el éxito, el dinero y el espíritu de competencia o lo que sea que antes te preocupaba, reciben tarjeta amarilla. Hora de reflexionar. Ahora conoces el laberinto. Ya no te asusta. Puedes salir y disfrutar de no volverte a meter en una camisa de fuerza.

Si pude llegar hasta la vejez, también lo hicieron los que vivieron en mis tiempos de juventud. Hemos atravesado juntos los problemas de la vida, por decirlo de alguna manera. Cada uno en su trinchera. Hemos sobrevivido a cada sueño, a cada noche y a cada pesadilla.

Hace relativamente poco tiempo leí sobre la vida de Martha Argerich. Era unos diez años mayor que yo. No la conocía, pero no solo me encantó cómo tocaba el piano, sino la manera como logró salir adelante en medio de grandes dificultades.  Empezó a tocar desde muy niña. Con los años se convirtió en una estrella. Pero el cáncer quiso llevársela tras largas peleas. Se hundió en la depresión y por unos siete años dejó de tocar. ¿En qué terminó? Dejaré que la busques en Internet y veas lo extraordinaria que llegó a ser aun después de todo lo que sufrió. 

Por eso, de aquí en adelante ningún laberinto te debe intimidar. Porque envejecemos descubriendo que las salidas existen. Y si llegamos al centro, también podemos aprender a construir nuestro propio paraíso, uno del cual nadie nos puede desalojar.

¿Le hubiera gustado el tema a Alberto Cortez?

Ficha técnica

Año: 1974
Grabación y edición: IEMPSA
Sello: Odeón
Técnico de grabación: Jorge Trujillo
Autor y arreglos: Miguel Ángel Ruiz Orbegoso (Zulu)

Para esta canción formé un grupo unplugged. El único instrumento eléctrico fue el bajo. Pero no lo conectamos directamente al sistema. Usamos un micrófono para tomar el sonido del parlante en la sala, para darle el sabor más unplugged posible. En 1974 no conocíamos en nuestro medio los bajos acústicos para música unplugged. Hoy hay de toda clase.

Bajo: Ernesto Samamé
Batería: Augusto Castro
Mandolina: Julio Trigo
Bongoes: El mismo de "Candela" (no recuerdo su nombre)
Lead guitar acústica de 6 cuerdas: Carlos Curazao
Voz y rythm guitar acústica de seis cuerdas: Zulu

Conformé este grupo recordando el unplugged que había formado en el pasado con Juan Luis Pereira (lead guitar de seis cuerdas), Carlos Seibt (voz y bongoes), Coco Suárez Reyes (guitarra de doce cuerdas [la mejor de doce cuerdas que toqué en mi vida, sonaba preciosa, semejante a arpa]), Alfonso "Chino" Escudero (bajo [pero lo tocaba con una guitarra, no con un bajo]) y Julio Trigo (mandolina). Yo tocaba el piano. 

Sin embargo, recuerdo que las canciones que hicimos con aquel grupo, incluidos los arreglos y coros, fueron mucho más elaborados. Ese grupo fue otro de mis sueños inconclusos. Julio Trigo y yo somos los únicos de aquel grupo que grabamos en el LPZulu.

Aunque desde niño la música fue mi pasión, nunca recuperé la voluntad de estudiarla. Siempre fui un compositor, arreglista, cantante e intérprete aficionado. Es interesante mencionar que, aunque principalmente tocaba un poco de piano, desde muy joven me atrajo el sonido del clavicordio y el clavesí, instrumentos barrocos, y después la guitarra de doce cuerdas. 

Un día, mi hermano Kike me dio una idea. Me dijo: "Si quieres que tu piano suene parecido a un clavicordio, ¿por qué no pruebas clavándole una chincheta a cada martillo? La cabecita de metal golpeará las cuerdas y obtendrás un sonido metálico". Era un piano vertical.

La chincheta es un clavito de cabeza circular y chata, que suele usarse para sujetar notas de papel a un tablero.



Dicho y hecho. Le puse una chincheta a casi cada martillo y obtuve un sonido surrealista. ¡Sonaba increíble! Todos se preguntaban como fue posible. Incluso recuerdo que mi hermano mayor, Pancho, se puso furioso y exclamó: "¡¡Pobre piano!! ¡Estás destrozando los martillos!". Pero seguí adelante y empecé a experimentar y a componer canciones con el novedoso sonido. Mis amigos y vecinos nunca habían oído que un piano sonara así. Claro, después de un tiempo retiré las chinchetas.

Por eso, en "Laberintos" le pedí a Julio Trigo que me acompañara con su mandolina. Porque me recordaba aquel sonido, que fue el más parecido que conseguí al de un clavicordio. Además la mandolina se podía rasgar de un modo que no hubiera podido lograr con un clavicordio. 

En fin, tal como hicimos en todas las canciones de este disco (con excepción de los vientos en "Sueño de amor"), tocamos sin partituras musicales. Especialmente en "Laberintos" solo les di una clara idea de lo quería. Cada músico aplicó su propia inspiración. En honor al mérito, debo decir que Carlos Curazao ideó unos bellos arpegios en su guitarra. Sonaba como un español de pura cepa. Y Julio Trigo no se quedó atrás. Se lució con la mandolina.

Letra de "Laberintos"

He buscado desde niño la felicidad
Y la libertad sentirla siempre quise yo
Y comprendí que la belleza vive adentro
Dentro en mi sangre y en el alma y lo que siento
Pues afuera yo sentí solo un lamento
Lai rai ra, Lai ra ra, La ra ra, ra ra ra ra ra

Alegría que te vas ni bien viniste
Dime dónde puedo hallarte, si es que hay un lugar
Hay quienes quieren todo y nada dan a cambio
Y que no conocen la alegría de vivir en paz
Alegría no nos faltes tanto, tanto
Lai rai ra, Lai ra ra, La ra ra, ra ra ra ra ra ra ra

Ven y escúchame decirte lo que veo
Laberinto grande son las emociones
Y si no buscas en el alma la belleza
Cuando ya tú veas que tu vida se termina
Llorarás, tal vez, y no lograste nada
Lai rai ra, Lai ra ra, La ra ra, ra ra ra ra ra ra ra
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