Kelonio Del Solar


Eugenio Del Solar Jr., 2009

"¡Saludos desde Costa Rica, man!
Un abrazo grande, cariñoso y sincero."


Eugenio (Kelonio) Del Solar siempre fue por naturaleza el gran amigo de todos. Una personalidad increíble. Su casa, en la calle Tudela Varela, San Isidro, era centro obligado de incontables veladas extraordinariamente placenteras en compañía de amigos y sus padres, quienes a pesar de la diferencia de edad, se aunaban como si fueran dos muchachos más proveyéndonos de la estabilidad que siempre necesitábamos. Nos sentíamos a gusto en su compañía.
.
Pato, su hermana, Che Abascal, Billy Morgan, Toño Zarzar, Hazel Davis y otros pasábamos horas conversando y tocando y cantando canciones. A todos les encantaba mi interpretación de "Speedy Gonzalez". Me la pedían una y otras vez, se arrastraban de risa cuando llegaba la parte en que yo imitaba al ratón, diciendo: "Hey, Pancho! Bring me my big sombrerou and my two pistolas, to kill those bandidos after asalting the bank and capturin the señorita, 'cause Chabuquita is a very pretty señoritaaaa!", jajajaj.
.
A Kelonio le gustaba especialmente mi canción "Biting Honey". Solíamos fumarnos unos wiros de macongha y cruzar el cerro de Monterrico en su Chicharrita (su moto Honda 50), en la época en que no había tantos terrenos urbanizados, y nos internábamos en las chacras buscando el paisaje perfecto de paz y silencio.
.
Yo llevaba mi guitarra, y él, su sketch book, nos metíamos unos LSDs y listo, ¡a volar se ha dicho! Yo me ponía a componer y cantar, mientras él, a pintar el paisaje. Un día, en pleno vuelo, se levantó una humareda que nos puso los pelos de punta. Tuvimos que reubicarnos inmediatamente. De repente, unos perros enviados por Satanás casi nos destrozan. Nos escapamos por un pelo. Kelonio era un chiste tratando de arrancar la "Chicharrita" en medio de un vuelo por todo lo alto. Fue un problema pasar de un estado de total relax a otro de total estrés en un segundo. Pero ahí terminábamos arrastrándonos de risa con el corazón a mil por hora.
.
Especialmente recuerdo que cuando estábamos de regreso, nos bajamos de la moto en la parte más alta del cerro de Monterrico para ver el atardecer. Allí compuse "En lo alto de una montaña", canción que después cantaría muchas veces en el programa de Yola Polastri para sus niños.
.
Una vez en Miraflores, ya no dimos más y nos tiramos al piso en una calle cerca de Comandante Espinar. Kelonio paró la moto, y nos sentamos a reflexionar en voz alta en todo lo que nos había sucedido. Caía la noche. Yo tocaba mi guitarra. Creo que de repente alguien pasó por ahí y nos tiró una moneda, jajaja. En fin... ¡Qué bueno es saber que con el tiempo, ambos sentamos cabeza, aprendimos la lección y nos retiramos de la aviación!

Un día Kelonio me invitó a la playa La Honda, al sur de Lima, pasar el fin de semana en casa de Bubby Palma, dueño de Radio Miraflores, y pude ver el amor con que se reunían diferentes familias para organizar veladas en las que había presentaciones de bailes, imitaciones y otros números. Yo no era parte del grupo, pero, igual, me invitaron a cantar algunas canciones. Fue una experiencia inolvidable. ¡Eran como Conejillos de Indias de los pinitos del futuro gran director Giampiero Solari. Creo que Julie Naters, la futura mamá de Pataclaun también estuvo en esas hermosas e inolvidables veladas familiares.

No exagero al interpretar bien el feeling de todos los que conocimos a Kelonio: Siempre fue un best friend para todos. Nunca conocí a alguien que se hiciera querer y extrañar tanto.

Cuando viajó a radicar en Costa Rica nos dio mucha pena. Después de varios años, El Gallo, su padre, falleció allí. Recuerdo que él era un Juez del Partidor del Hipódromo de Monterrico. Así que, de vez en cuando, Kelonio me invitaba a ver la partida desde el mismísimo partidor. ¡Era mindblowing ver cómo algunos caballos se resistían a ingresar al partidor, y la destreza de los jockeys y sus ayudantes para meterlos! Eran momentos de gran tensión que encerraron grandes lecciones para mi vida.
.
Por ejemplo, entendí que no debemos ser rebeldes ni resistirnos a adaptarnos a vivir civilizadamente, porque querramos o no, tarde o temprano, como aquellos caballos, todos terminaremos entrando al partidor, oiremos la campana y tendremos que correr la carrera que está puesta delante de nosotros. El que se resista, simplemente recibirá más azotes o quedará fuera.

Debido a sus conocimientos sobre caballos, a Kelonio se le hacía fácil visitar los diferentes haras de sus amigos, y me invitaba. Un día recibí una increíbles lecciones acerca de las relaciones sexuales de estos animales. Por ahí pasó un caballo que mostraba los dientes de una manera especial, y lanzaba unos relinchos extraños. De modo que le pregunté: "¿Y a ese qué le pasa?". Kelonio respondió: "Está arrecho. Es un cemental", y añadió: "¿Ves esa hembrita allá? Él puede oler que está en celo. Lo están llevando para que la cubra (insemine). ¿Quieres ver?".

De modo que fuimos al lugar y presencié el acto más impresionante que jamás había visto en mi vida. ¡Qué bestias! No puedo relatarlo sin ofender la susceptibilidad del lector. Pero fue increíble. Desde el acto mismo hasta ver cómo los trabajadores los asistían para que no fallara ningún intento ni se desperdiciara nada. ¡¡Inncreeeíiibleee!! Después le dije a Kelonio: "¿Y cómo harán los toros en el campo?".

Bueno, me explicó que, en el campo, cuando las vacas están en celo, las esconden y aseguran bien. Porque los toros no creen en nadie. No hay barreras ni cadenas que los detengan. Simplemente van como locos tras la vaca. Pero, ¿por qué esconden a las vacas y alejan a los toros? Porque son capaces de romperles las caderas a las pobres vaquitas. Pesan mucho. Me pareció que exageraba.

Pero un día, después de muchos años, fui con mi esposa, mi hija y una amiga a hacer un tour a la granja Milkito, en Cañete, al sur de Lima, y, cuando nos mostraron a "Marco", un giganteso cemental argentino, recordé aquello de los caballos. Luego nos llevaron al lugar donde ayudan al toro a inseminar a las vacas. Era una plataforma especial de cemento para que el toro coloque las patas delanteras. Y mi hija preguntó: "Y ¿para qué es eso, papi?", a lo que el guía respondió: "Estos toros pesan mucho. "Marco" pesa unos 500 kilos. Si dejáramos que los toros tengan relaciones libres en el campo, podrían dejarse caer pesadamente en el orgasmo y se recargarían sobre las vacas, con probabilidades de quebrarles las caderas. Quedarían incapacitadas y habría que sacrificarlas. Por eso los subimos sobre esta plataforma especial y los asistimos, para que la vaca esté protegida". Todos dijeron "mmmmm" y nadie preguntó más. No había sido una exageración.

También es interesante que gracias a Kelonio yo dejara de fumar. Yo fumaba casi tres paquetes de cigarrillos diariamente. Siempre andaba con un pucho en la mano. El cenicero en mi piano siempre andaba al tope. Cierto día no sé qué malentendido tuvimos y me molesté con él. Tanto que, cuando me dijo: "No te amargues conmigo, Zulu. Toma, fúmate un cirgarrito", le respondí: "¡Ni tu cigarro ni el de nadie!".

Yo estaba asado, muy molesto. Entonces, con la confianza que nos teníamos, Kelonio añadió comprensivamente: "Bueno, compadre, no hay problema. Cuando quieras fumarte un cigarrito, fúmate el mío primero", y lo dejó sobre la mesa de mi escritorio. Clavé la mirada en el cigarrillo y pensé: "Vete a volar".

Lo interesante es que decidí simbolizar mi arrebato en ese cigarrillo y hacer lo que él me había propuesto: "Cuando quieras fumarte un cigarrito, fúmate el mío primero". De modo que, como se suponía que estaba molesto, y él y yo siempre fuimos buenos amigos, no fumé ningún cigarrillo cuando me invitaron, porque me decía a mí mismo: "Cuando quiera fumar, me fumaré primero el de Kelonio". Y pasé un día entero sin fumar, y cuando miraba aquel cigarrillo, me repetía: "No voy a fumarlo". Seguía arrebatado.

Después del segundo día sin fumar, me pregunté hasta dónde podría llegar sin volver a tocar ese cigarrillo. Y la cólera se me pasó y nuestra amistad continuó, pero mantuve a la vista aquel cigarrillo, allí mismo, sobre mi escritorio. Cuando cumplí un año sin tocarlo, escribí la fecha en el filtro. Me hubiera gustado conservarlo y ponerle un marco, para colgarlo en una pared.

Ya han pasado más de 35 años desde que no volví a fumar ninguna substancia. Por el contrario, cuando alguien fuma cerca de mí, el humo me genera una horrible punzada en el vientre, y debo retirarme. No importa dónde o con quién esté, me retiro o le pido que apague su cigarrillo. No miento. De casi tres paquetes diarios bajé a cero de un día para otro, y nunca más. Soy prueba viviente y un testimonio para mí mismo de que es posible dejar el cigarrillo de golpe. Todo está en la clase de motivación que sustenta la decisión. Repito: el motivo es la clave, no la nicotina. Si uno no tiene un buen motivo, no lo dejará nunca, o lo deja poco a poco, si es que alguna vez puede. Si no hay motivo, al poco tiempo, a la menor frustración, extiende la mano y renueva su aspiración mortal. ¡Se muere por fumar!

Esa fobia al humo causó un problema en el concierto de Traffic Sound del Teatro Peruano Japonés, de 1915. Se suponía que soltarían una humareda decorativa durante la proyección de las diapositivas. Pero durante el ensayo, cuando encendieron los cañones de humo, me horroricé, dejé el bajo en el piso y salí disparado a la calle. Como en el pasado había sido asmático, y además el humo de cigarrillo me causaba dolor de estómago, se me erizaron las neuronas y no me pude contener. Les dije que con humo no tocaría. No era negociable. Todos se miraron las caras, como pensando: "¿Qué le pasa a este imbécil? ¡Esto ha costado un montón de plata!". Pero lo aceptaron. Sorry. Por eso no hubo humo en el concierto. 

Bueno, cuando le conté a Kelonio mi decisión de alejarme del mundo del espectáculo, colgar la guitarra y cerrar mi piano, aceptó mis motivos y razones a regañadientes. Pero le expliqué que no había colgado ni cerrado la música. Simplemente me alejaba del ambiente, porque creía que con el tiempo no podría tolerar ciertos estímulos que indefectiblemente vendrían. 

Mientras veía que la mundanalidad se volvía cada vez más mundana, yo sentía que estaba volviéndome más zanahoria. De modo que tarde o temprano terminaría enemistándome con el mundo, es decir, no con las personas, sino con los aspectos decadentes de la influencia que desfilaban los paradigmas que se reflejaban en ciertos rasgos de su propaganda. Entonces, Leukadio (así le decía mi hermano Pancho) respetó mi decisión. ¡Pero después él también se ha volvió zanahoria y me dio la razón con mayor razón!

Pocos amigos son como Kelonio. Nunca olvidaré que en su casa compuse algunas de mis canciones. Nunca olvidaré la hermosa sonrisa de su amada madre, que nos preparaba deliciosos fondues de queso y carne ¡mmmm! Tampoco olvido la bella sonrisa de Pato, su hermana. Y espero poder estrechar pronto la mano del Gallo y felicitarlo por haber criado unos hijos tan maravillosos.

Saludos a ti, Kelonio, y a Pato y a tu mamá*. Un fuerte abrazo. Los tengo permanentemente presente con mucho cariño. Ustedes contribuyeron a mi estabilidad durante mi adolescencia. ¡Mil gracias!

P.S. Gracias por el link de la lista de temas de The Beatles. La pegué en la página de The Beatles.

*Hoy ella espera volver a vivir y reencontrarse con todos para seguir disfrutando de su vida en el Paraíso. Kelonio se convirtió en un extraordinario artista. Pinta preciosas obras en Costa Rica. Aquí en una foto con su nieta, de una reunión con los suyos. La recibí en 2022.